Del
lugar de alta planicie, de aquella comarca sin agua, de la tierra de los viejos
abuelos, donde los molinos y los gigantes elevan sus brazos con velocidad y
satisfacción del viento que gobierna más allá de las voluntades del hombre. De
ahí que soy manchego y el temple del aire que respiró, arranca la voluntad del
tiempo o la mínima del hombre. Porque soy manchego soy hombre sin agua, solo
vino, porque soy un hombre del viento viviré y doblaré los cuchillos que en mi
interior quieran mutilarme. Dentro de un cuadro a mi hijo obsequiaré todas esas
navajas de las memorias, heredero de mis viejos abuelos y de los suyos. De las memorias de batallas.
Una
tarde en medio de alaridos les grité a miles miserables, a cada cual mi rabia, comprendía
claramente los alcances de mi incesante cólera, pero lo hacía a pesar de todo
atrevimiento y reserva ajena, dejé de que mis pulsantes latidos vibraran en el cuello y en
el pecho, que me agitarán como vórtice la bravura, me alentaba ante aquellos ojos
cómplices y cobardes, lo recuerdo… olvidando
con sutileza cada uno de los territorios en los que de sus pies se sostenía con
poca firmeza, con poca raíz, frotando en la cobardía, retrocediendo, solicitando
el valor o el impulso al otro como hienas.
Los ridículos chacales ahora que hicieron mucho a pesar de mi soledad; mi voluntad lo que fue también de algún día la de Aguirre
me tiene aquí y con mejor suerte que la de él y su linaje ya perdido.
Ante
sus tretas e indignas trampas jugábamos el presente y su memoria que se perdían
en el escenario pero no en la imagen plasmada en el alma. Ellos siendo exactamente siete, careciendo de
honor por sobremanera, me abatieron con
las herramientas de guerra más infantiles de las que se hace uso hoy en la
tierra, tierra que no es ya más digna de mí, ni la de mi hijo y ni de los viejos Padres.
Golpeaban los chacales, gritaban, escupían en el embate de siete a uno, especialmente
como lo hace el carroñero con debilidad con impotencia, cómo seres sin linaje ni
historia. Chocaban contra el molino que
derrotó al demente por insolente ignorancia, se mantenían con desconfianza ante
mis brazos y anchas espaldas que los doblegaba a más rabiar, con ganas de irse,
de escapar y es por falta de casta, no cualquiera, sino la que me da a mí la
dicha de ser manchego.
Los
momentos así se van muy rápido, adviniendo la presencia de la policía los
cobardes no dejaron su figura, sentenciaron arrepentimiento mientras huían
asustados y con el ego herido por no causar más que vergüenzas a éste manchego.
Me engalané ante las luces que reflejaban mis ojos rabiosos al vaticinar como
el fuego mi triunfo, la victoria de Mario el manchego de alta planicie.
- Lo
han atacado ¿le han quitado a usted algo?
– No, porque no han podido. El honor no es algo que se quite solo porque sí
-¿es que acaso los conoce usted? ¿Quiere ir a levantar una denuncia?.
Preguntaron ellos, pero mi respuesta fue mi silencio y mi mirada embriagada de triunfo, mi sed de más es el amor a la raíz que aquí en mí se perdura, la del alma mineral y los verdes viñedos.
– ¿Se encuentra usted ebrio?
– y de verdad que lo estoy de rabia y orgullo.
– No, porque no han podido. El honor no es algo que se quite solo porque sí
-¿es que acaso los conoce usted? ¿Quiere ir a levantar una denuncia?.
Preguntaron ellos, pero mi respuesta fue mi silencio y mi mirada embriagada de triunfo, mi sed de más es el amor a la raíz que aquí en mí se perdura, la del alma mineral y los verdes viñedos.
– ¿Se encuentra usted ebrio?
– y de verdad que lo estoy de rabia y orgullo.
- ¡vámonos!
ha sido una reyerta de vagos, algo sin sentido. Tenemos frío. Sentenciaron
con cinismo los cobardes hacedores de justicia, la justicia de los débiles, de
los infortunados. Dieron la espalda y me dejaron ahí postrado, firme y decidido
a enfrentar nuevos chacales o a todos.

No
esperé ningún minuto más el retorno de los perros de caza de nadie. Decidí con firmeza
mojar mi boca con el más ardiente vino, embriagarme en una taberna con la
dulzura que duchaba a mis labios sangrados y satisfechos de la batalla, a mí rededor
las músicas de los varones y abrazaban mientras bebía a grandes tragos el agua de la vida, los hombres lavaban
desde adentro sus vergüenzas con ron y ginebra. Gritaban excitados los triunfos
ajenos. Entendí que ellos no podían ser mis amigos con menuda franqueza y
ejerciendo mi mérito de valeroso, ninguno como yo tenía la dicha de amar la
gloria de ser titán… como lo era yo, en
el anonimato de aquel lugar y la noche eterna.
Empapando
con grandes sorbos mi boca y mi pecho con una cerveza de los germanos más auténticos,
así se mermaba mi humanidad del día, sucumbido me abrazaba a la mesa del tabernero y ante sus ojos
intimidados descubría en mí fas las heridas y
los vestigios de bravío gladiador; escurría sangre de mi guante y del interior
de mi capote, ante la grotesca sorpresa de los convidados en aquella farra y mi
inusual normalidad expresada.
- ¿Se
encuentra bien Señor?. -preguntó el
tabernero como preguntan todos caritativamente al que sufre – ¡necesito más de
beber! -el Sr. ha bebido bastante, es de mañana, ya voy a cerrar. -dijo como
dicen todos los malditos taberneros.
El
silencio gobernaba en todo merodeador, gruñía por sentir mi boca
seca en ausencia de alcohol, todo se apagaba ante mi vista sucumbiendo mi furia,
el primer aliento perdido fue de mi mano, después de mis párpados y después de
todo mi ser, un sopor que irremediablemente me dejaba de cara al techo sin
saber nada más de aquella tierra que yo y mi bravura legionaria regíamos.
La
salud nunca me ha gustado, me agrada tanto como lo limpieza, despertaba con
aquellos dos alientos frente a mis fauces tan acostumbradas a la cenizas del
cigarrillo y el aroma a orín. -adulto
varón de 51 años con distintas laceraciones en el cuerpo, mide 1 m 87 cm de
estatura, pesa ciento cuarenta dos kilos, presenta distintos indicios de golpes
en el rostro, fracturas de costilla y seis heridas de arma blanca, solo cuatro
cortes son superficiales, dos penetrantes, no se encontraron señales de
hemorragias internas presenta deshidratación e intoxicación por alcohol y uso
de alcaloides.
Mientras
me dictaban esa sarta de idioteces yo miraba directamente al culo a la doctora
que leía todo aquello en una tabla - Si así está usted, cómo estarán sus hijas. Afirmé muy motivado al
verle. Me ignoro con sutileza y prosiguió.
-El
paciente ha perdido mucha sangre sin embargo no se le trasfundirá ni media
unidad, es fuerte y se repondrá al cabo de 25 días con los humos cuidados. por
su robustez y violencia permanecerá atado la cama con fuertes dosis de
calmantes. - Me ofenden al mantenerme y atado como un
animal peligroso. Dije siendo vilmente
ignorado.
No se
detienen tiempo para el que elige la cobardía como medida de subsistencia. Y en
el tiempo se camina a causa de pavura como un perro lastimado por su raza, por
todos los seres, incluso por sus colegas los otros perros inferiores.
- ¡Soy
manchego!.
En la
indagatoria que reclamaba la ley se aseveraba en todo momento encontrarme solo,
lo expresaba así porque así lo recordaba, hablaba poco, porque así lo quería, lo poco que hablaba era encantador, porque
las palabras de un victorioso así lo son.
José Roberto Morales Ochoa
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