
Bebes del café frío del alba, ves cómo tu vida se vuelve gris mientras buscas los rayos de luz que no llegarán ya, que ya no se filtran entre los muros gruesos del hogar. En ese fondo tan oscuro y perpetuo, que alberga tu exilio, los sujetos temen caminar, temen mirar el lugar donde tarde a tarde te sientas vagabundo huyendo del crujir del polvo, del sabor de la saliva y de las voces de las caricias.
¡Cobarde! - gritaste con prontitud en un arrebato de soledad. Pero de tu voz solo emanaste un rugido vacío que respondieron las bestias de la tarde con un canto. Todo parece una burla, una tarde tan vacía, sin cantos de pájaros, sin caminatas ni charlas de amigos.
Miras el reloj y las 19:11 te alertan de todo aquello a lo que temes, de lo mortuorio y fatídico.
Sin más café, sin una voz, sin un canto o una luz, ésto es una despedida. Es una tarde fría y ya muerta.
J. Roberto Morales.
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