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domingo, 24 de abril de 2016

Fango Azul


Comí de sus labios
una fresca uva ennegrecida.
El desvanecimiento abre el silencio,
las palabras silban muy agudo en la pupila,
se abre el cielo como derramando fango,
en la oscuridad tres sombras clavan su mirada
retumbante en cada paso por la tierra seca,
se abraza la tierra con elixir que la humedece.

La más joven de las sombras es dueña de aroma tierna
tiene colores de infancia y arranca las lágrimas de la nostalgia;
hipnotiza y cobija la piel con raspones de codos y palmas,
llora por las heridas de rodilla, rojas de tan frescas,
ríe y llora, guarda silencio y recuerda con lágrimas secas
las caídas y las estupideces;
Cuerpo a cuerpo le dedico un susurro cobarde del cual no se entera,
y  apenas dicho, se le mete en la boca,
suave, tanto que no se recuerda.

La que por un lado perdura,
acompaña jubiloso un sonido dinámico del viento
que de brisa en brisa explota en chispas diminutas,
tan discretas en el ennegrecido cielo las guarda.
Hablaba con la saliva de los amantes,
de los amigos y los hermanos,
me llamaba ¡loco! con febril complicidad.
Le confesé con los poros de la piel mi soledad,
lanzaba un vapor vigorizante al ritmo del canto de la cigarra.
Un abrazo medio melodioso con un gesto de risa:
le ame por un primer tiempo de mundo,
por una eternidad de hombre.

Aquella última esperaba con rencores un roce de mirada,
temblaba con el cordón del horizonte grisáceo en sus tobillos
y derramaba un sudor recalcitrante de alcantarilla,
meaba lágrimas de pie y sin inmutarse en tristeza
me notaba cansado de tanta cólera,
sus ojos reventaban en odio púrpura,
se burlaba con el aroma de su perfume viejo
y entre más se aproximaba el tiempo a nosotros
su silueta temblaba muy agria y detenida.

Sin saber qué esperaba de su maltrecha naturaleza,
extendí con vergüenza cínica de rodillas una mano,
desde muy debajo vi mi mentón asomarse por su yelmo
y un ojo muy azul de Flandes, huérfano sin par como el mío;
se vigorizaba agudo en observar, detenido, pausado
tan lento que caminaba el rastro de la ostra:
nos lastimaba un tiempo tan lento que era como muerte
de envenenada agua, electrizante polvo de duna.

Era mi sombra el enemigo de los amigos y del infante,
era la conexión de la vergüenza en oscuridad
el funeral del cielo donde llueven los fangos,
canto de viento pendenciero, sexo de Magdalena,
rabia del Aguirre, crin de Bucéfalo,
era el polen de la gaviota  y la risa de la hiena.
Era ese terrorífico enemigo, el más duro de todos
Tragando cucharadas en el suelo,
llorando lagrimas humillantes.

J. Roberto Morales

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