hironico y
embriagado, el indigente de los pueblos,
camina casi
tan sobrio en el suspiro,
que se
huelen sus necesidades de caricia,
de rasguños
y de risa.
Moriría… sin
lugares en el tiempo,
sin encajar
una vez más en los segundos,
sin este lugar,
tan mínimo y estrecho.
Frenético e
hirviente, que crece insospechadamente.
Muriendo y
muriendo camina mi tiempo,
los lugares
se pierden y mi vista acaba,
mi ceguera
no perdona tiempo,
y con la
miseria de mi rabia la separa.
Tu inocente
reposo y vuelo estrepitoso
levanta las
oleadas de las brisas de tu risa,
camina
taciturno y noctambulado,
aquel
cómico vals de suerte y prisa.
La nota
suicida de tus palabras y de tu amor,
que de la
miel de tu risa emana, dice en ella;
de manera
muy callada. -¡ama mi vida está acabada!
pero mi
tiempo tan canino, de soledad y vagabundo,
lamenta
solitario, el infortunio de la desesperanza,
arrastrando
esa soledad que tu amor condiciona,
¡abraza las
hojas otoñales de este hombre!, tan secas,
tan muertas
que ni la palma ampara.
Un solo beso
crujiente y jugoso de tu lengua,
de tus besos
de cerámica blanquizca,
de gracia y
sarcasmo tus abrazos…
calmaras
vida mía… esta franca desdicha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario