Capitán, sin conocerte hoy me has
roto el alma, lo supe de su boca triste, miré cómo lamentaba tu muerte; decía que
fuiste envenenado. Muy a pesar de tu amargura y soledad, tuviste siempre espíritu de rebelde sin precedentes, jamás te conocí - lo confieso - aunque
ello no fue motivo suficiente para que yo ignorara aquel trato injusto de los días, de
las noches, de la hambruna, del viento inclemente y de tu podrida comida.
Te recuerdo en mis memorias, en sueños y en
mis oraciones atormentadas, te miraba en mi interior revolcado en tierra lodosa de mierdas y orín, ladrando como un
estúpido a los niños, a los transeúntes. Me parecía ridículo pensar que fuiste
el imbécil de las ningún batallas, nunca fuiste célebre, ni lindo, mi tierno, ordinariamente fuiste un cachorro delgado, corriente y con parásitos, cuando mayor, un vigoroso
cachorro enérgico y frustrado. Halabas la cadena de tu cuello, hasta que un día aprendiste a romperla, ignorabas que la libertad no era buena para ti,
que no sabías vivirla, que eras torpe, que eras ingenuo, que todo te hacía
daño: los puntapiés, los gritos, incluso los más vulgares y corrientes engaños de las piedras invisibles y de los ademanes ofensivos.
Es triste saber que nadie te amó. Que hoy puede decir el mundo, especialmente ella - mejor ahora que estás muerto, ya no sufrirás más hambre o frío - lo dijeron sus suaves labios de cereza con el mismo timbre de su abandono – ya no te quiero más amor mío -. Preocupabas tan poco al mundo.
Es triste saber que nadie te amó. Que hoy puede decir el mundo, especialmente ella - mejor ahora que estás muerto, ya no sufrirás más hambre o frío - lo dijeron sus suaves labios de cereza con el mismo timbre de su abandono – ya no te quiero más amor mío -. Preocupabas tan poco al mundo.
Algo célebre guardas en secreto.
Prefiero pensar que en tu difícil paso por la vida algún papel jugaste, quizás
estuviste ahí en el lugar cuando sus infidelidades, escuchabas sus gemidos y
cubrías con tu pata tus orejas apenado. Mirabas con desconfianza y gruñías a todos los sujetos
que en su casa concurrían. Pero hay que decirlo ¡siempre fuiste muy cobarde! Jamás tuviste por amos a sujetos como yo o mi padre, que siendo un viejo hecho de madera de roble, de gritos y de
cólera; volvía fiera al más patético y maltrecho can.
Lástima que no nos conocimos cuando entre ella y yo aún existía el amor, porque hubieras aprendido amar y ser un dogo enérgico, habrías aprendido cosas: "una cadena no vuelve a tocar jamás tu cuello a pesar de las tundas y las reprimendas, las vacunas y los baldes de agua". Lecciones de sobrevivencia y autojusticia: robar de las carnicerías lo más suculentos jamones, las delicias ahumadas y las reservas especiales de la recamara de congelamiento a morder niños gamberros y vagos, a tomar por el cuello a ladronzuelos con una enérgica mordida. No supiste de los riesgos, nadie te enseño potencial o instinto. Me dolía saber que enfrentabas viento con viento y piel desnuda, no sé si sea heroico o mártir.
Lástima que no nos conocimos cuando entre ella y yo aún existía el amor, porque hubieras aprendido amar y ser un dogo enérgico, habrías aprendido cosas: "una cadena no vuelve a tocar jamás tu cuello a pesar de las tundas y las reprimendas, las vacunas y los baldes de agua". Lecciones de sobrevivencia y autojusticia: robar de las carnicerías lo más suculentos jamones, las delicias ahumadas y las reservas especiales de la recamara de congelamiento a morder niños gamberros y vagos, a tomar por el cuello a ladronzuelos con una enérgica mordida. No supiste de los riesgos, nadie te enseño potencial o instinto. Me dolía saber que enfrentabas viento con viento y piel desnuda, no sé si sea heroico o mártir.
De su boca escuché la triste
noticia, que uno de tantos días de abandono colmaste al vecindario y más de
alguna persona, harta de tu insolencia y de tu estupidez, te servía la sentencia de muerte
en un trozo de deliciosa comida, y como tu necesidad era mucha y tu conocimiento del mundo muy limitado, te
hubieres muerto de cualquier forma de una manera más patética que por un
engañoso bocadillo envenenado. Estás en mi literatura y en mi mundo. Descansa
en la calma de la nada.
J. Roberto Morales
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