Datos personales

Mi foto
Michoacan, Morelia, Mexico

jueves, 3 de febrero de 2022

Crónica de avistamiento, ¿Una sirena?




Un hombre esperando. La vida es una expectativa constante, los amigos, los placeres: tú en el presente. Reconoces que debes tener los sentidos muy abiertos, sentir eso que es evidente e inminente: la vida.

Te das cuenta que floreces, aquel lugar tiene una raíz para ti, estás aprendiendo, aprendes disfrutando - levanta tu trago y bebe - frente a tus ojos el horizonte te quema el rostro y te inspira, eres intimidado por la inmensidad, pero las risas que te rodean te cobijan. Hablas mucho en tu interior, piensas quién eres en ese momento, qué estás haciendo en ese lugar siendo tan feliz, sientes remordimiento, te cuestionas si de verdad mereces tanto por lo que haces día con día, te reconoces que eres afortunado.

Muy cerca de tu mano está la mujer que amas, ella doblega al atardecer, su cabello se abre poderoso de frente a la vida, al agua y sus ocupantes la miran radiar. Hablando se resbalan sus manos entre las tuyas, en medio de risas aguamarinas ven los ocupantes, los seres que bajo su cuerpo mueven el agua, navegando cerca de dónde irradia un calor fraternal de los seres que somos, los que visitamos, de todos los que somos. Ella es feliz, ella está a tu lado, como en todo.

Miras a lo profundo de la nada, y sin decir mucho les agradeces compartir aquella sobremesa servida sobre la inmensidad de los ojos de los que están; comparten generosos los estruendosos chasquidos de botellas y risas, luego callan para seguir esperando otro viaje más. Se hace noche, la tarde baja y la fogata espera.

viernes, 10 de enero de 2020

Confieso


Hoy no me hables de amor, no me lo digas, que ya no lo sé. He vuelto miles de veces la mirada ante ello y no me he visto. Muchas y muchos como tú me han buscado entre el abrazo y afecto; pero como un excelente escapista me escabullo sin retorno, actor de una sola función. Solo soy amable ante la perversión y los besos nuevos.

Ante las artes de la evasión y la ruptura, de mí, se puede decir que ahora soy el audaz. Pueden decirlo, pero jamás me pidan, y menos ahora que diga mis palabras de amor.

Ante mi ironía y mi ambición muy solo me he ido quedando, algunos se han ido en silencio, otros con una muy sonora herida en mi ser. Los he visto abrazarme en medio del polvo y ahí mismo los he olvidado. Hoy no me digan que pude amar o he amado. Porque siendo francos, esas cosas de los apegos y las cosas para siempre ya son cosas del pasado.

Hoy olvido y olvido a alguien más, y dejo en el pretérito una risa callada y todas esas aspiraciones absurdas reveladas por un tiempo. Hoy escribo sobre el agua, porque sé y confió que borrarán, y que ya nunca más serán.

J. Roberto Morales

jueves, 5 de septiembre de 2019

MANCHEGO DE ALTA PLANICIE.


Del lugar de alta planicie, de aquella comarca sin agua, de la tierra de los viejos abuelos, donde los molinos y los gigantes elevan sus brazos con velocidad y satisfacción del viento que gobierna más allá de las voluntades del hombre. De ahí que soy manchego y el temple del aire que respiró, arranca la voluntad del tiempo o la mínima del hombre. Porque soy manchego soy hombre sin agua, solo vino, porque soy un hombre del viento viviré y doblaré los cuchillos que en mi interior quieran mutilarme. Dentro de un cuadro a mi hijo obsequiaré todas esas navajas de las memorias, heredero de mis viejos abuelos y de los suyos. De las memorias de batallas.

Una tarde en medio de alaridos les grité a miles miserables, a cada cual mi rabia, comprendía claramente los alcances de mi incesante cólera, pero lo hacía a pesar de todo atrevimiento y reserva ajena, dejé de que mis pulsantes latidos vibraran en el cuello y en el pecho, que me agitarán como vórtice la bravura, me alentaba ante aquellos ojos cómplices y cobardes,  lo recuerdo… olvidando con sutileza cada uno de los territorios en los que de sus pies se sostenía con poca  firmeza, con poca raíz,  frotando en la cobardía, retrocediendo, solicitando el valor o el impulso al otro como hienas.  Los ridículos chacales ahora que hicieron mucho a pesar de mi soledad; mi voluntad lo que fue también de algún día la de Aguirre me tiene aquí y con mejor suerte que la de él y su linaje ya perdido.
Ante sus tretas e indignas trampas jugábamos el presente y su memoria que se perdían en el escenario pero no en la imagen plasmada en el alma.  Ellos siendo exactamente siete, careciendo de honor por sobremanera, me  abatieron con las herramientas de guerra más infantiles de las que se hace uso hoy en la tierra, tierra que no es ya más digna de mí, ni la de mi hijo y ni de los viejos Padres. Golpeaban los chacales, gritaban, escupían en el embate de siete a uno, especialmente como lo hace el carroñero con debilidad con impotencia, cómo seres sin linaje ni historia.  Chocaban contra el molino que derrotó al demente por insolente ignorancia, se mantenían con desconfianza ante mis brazos y anchas espaldas que los doblegaba a más rabiar, con ganas de irse, de escapar y es por falta de casta, no cualquiera, sino la que me da a mí la dicha de ser manchego.
Los momentos así se van muy rápido,  adviniendo la presencia de la policía los cobardes no dejaron su figura, sentenciaron arrepentimiento mientras huían asustados y con el ego herido por no causar más que vergüenzas a éste manchego. Me engalané ante las luces que reflejaban mis ojos rabiosos al vaticinar como el fuego mi triunfo, la victoria de Mario el manchego de alta planicie.
- Lo han atacado ¿le han quitado a usted algo?
 – No, porque no han podido. El honor no es algo que se quite solo porque sí 
-¿es que acaso los conoce usted?  ¿Quiere ir a levantar una denuncia?.
Preguntaron ellos, pero mi respuesta fue mi silencio y mi mirada embriagada de triunfo, mi sed de más es el amor a la raíz que aquí en mí se perdura, la del alma mineral y los verdes viñedos. 
– ¿Se encuentra usted ebrio? 
– y de verdad que lo estoy de rabia y orgullo.
- ¡vámonos! ha sido una reyerta de vagos, algo sin sentido. Tenemos frío. Sentenciaron con cinismo los cobardes hacedores de justicia, la justicia de los débiles, de los infortunados. Dieron la espalda y me dejaron ahí postrado, firme y decidido a enfrentar nuevos chacales o a todos.

No esperé ningún minuto más el retorno de los perros de caza de nadie. Decidí con firmeza mojar mi boca con el más ardiente vino, embriagarme en una taberna con la dulzura que duchaba a mis labios sangrados y satisfechos de la batalla, a mí rededor las músicas de los varones y abrazaban mientras bebía a grandes tragos el agua de la vida, los hombres lavaban desde adentro sus vergüenzas con ron y ginebra. Gritaban excitados los triunfos ajenos. Entendí que ellos no podían ser mis amigos con menuda franqueza y ejerciendo mi mérito de valeroso, ninguno como yo tenía la dicha de amar la gloria de ser titán…  como lo era yo, en el anonimato de aquel lugar y la noche eterna.

Empapando con grandes sorbos mi boca y mi pecho con una cerveza de los germanos más auténticos, así se mermaba mi humanidad del día, sucumbido me abrazaba a  la mesa del tabernero y ante sus ojos intimidados descubría en mí fas las  heridas y los vestigios de bravío gladiador; escurría sangre de mi guante y del interior de mi capote, ante la grotesca sorpresa de los convidados en aquella farra y mi inusual normalidad expresada.
- ¿Se encuentra bien Señor?. -preguntó  el tabernero como preguntan todos caritativamente al que sufre – ¡necesito más de beber! -el Sr. ha bebido bastante, es de mañana, ya voy a cerrar. -dijo como dicen todos los malditos taberneros.
El silencio gobernaba en todo merodeador,  gruñía por sentir mi boca seca en ausencia de alcohol, todo se apagaba ante mi vista sucumbiendo mi furia, el primer aliento perdido fue de mi mano, después de mis párpados y después de todo mi ser, un sopor que irremediablemente me dejaba de cara al techo sin saber nada más de aquella tierra que yo y mi bravura legionaria regíamos.
La salud nunca me ha gustado, me agrada tanto como lo limpieza, despertaba con aquellos dos alientos frente a mis fauces tan acostumbradas a la cenizas del cigarrillo y el aroma a orín.  -adulto varón de 51 años con distintas laceraciones en el cuerpo, mide 1 m 87 cm de estatura, pesa ciento cuarenta dos kilos, presenta distintos indicios de golpes en el rostro, fracturas de costilla y seis heridas de arma blanca, solo cuatro cortes son superficiales, dos penetrantes, no se encontraron señales de hemorragias internas presenta deshidratación e intoxicación por alcohol y uso de alcaloides.
Mientras me dictaban esa sarta de idioteces yo miraba directamente al culo a la doctora que leía todo aquello en una tabla - Si así está usted,  cómo estarán sus hijas. Afirmé muy motivado al verle. Me ignoro con sutileza y prosiguió.
-El paciente ha perdido mucha sangre sin embargo no se le trasfundirá ni media unidad, es fuerte y se repondrá al cabo de 25 días con los humos cuidados. por su robustez y violencia permanecerá atado la cama con fuertes dosis de calmantes. - Me ofenden al mantenerme y atado como un animal peligroso.  Dije siendo vilmente ignorado.
No se detienen tiempo para el que elige la cobardía como medida de subsistencia. Y en el tiempo se camina a causa de pavura como un perro lastimado por su raza, por todos los seres, incluso por sus colegas los otros perros inferiores.
- ¡Soy manchego!.
En la indagatoria que reclamaba la ley se aseveraba en todo momento encontrarme solo, lo expresaba así porque así lo recordaba, hablaba poco, porque así lo quería,  lo poco que hablaba era encantador, porque las palabras de un victorioso así lo son.

José Roberto Morales Ochoa

PIANOMAN


Es a veces un poco triste. Quizás no sea lo más triste, no sé. No sé si sea el tiempo, o quizás sea que ya lo conozco todo, sé cómo son las cosas hoy, mañana y después.

Hoy alguien por aquí camina, aguarda, espera viéndome con mucha curiosidad, esos que esperan, por un lado, por el otro o por el frente, son los individuos que me motivan, quisiera decir que me inspiran, aunque de eso yo no sé nada, inspiración no conozco nada, por eso hoy toco en la tienda de música, promocionando los pianos de escaparate que se venden. Algunos otros incrédulos del mundo tienen dudas, piensan en cómo deber tratar a un músico o botarga, incrédulos si seré yo un pianista, se preguntan si quiero unas monedas, lo cierto es que no tengo ni bote, esas monedas me las da el dueño del local y por otro lado la propina no se me permite. Algunas veces los niños señalan con el dedo, otras tantas algunos se sorprenden al ver a alguien tocando la música que desde hace algunos pasos les inquietaba. Todos son unos curiosos, cuando se trata de ver las novedades en las tiendas, una oferta, una liquidación, alguna muestra gratis, pero ¿arte?, quién mierdas regala arte todos los días, no se puede simplemente, un pintor muere de hambre en vida y por ello intermitentemente pinta, cuando hay inspiración, cuando hay comida o cuando hay para pintura y lienzos. Pero un exitoso músico… ¿qué hace tocando suaves piezas en un centro comercial olvidado y estrecho?
Un par de zapatos sin chiste, una camisa blanca, un saco café, un pantalón negro, un par de calcetines azules y un peinado simple hacia atrás y unas gafas de armazón obsoleto y pasado de moda, algunas veces un sombrero, siempre solitario se me puede ver, una fruta y unas hojas en la mano, un saludo matutino, una manzana en la mano, una bebida, una cara insípida, un ser estéril, una imagen pueril por la mañana, de tarde y también de noche.
Hace algo de tiempo que ya no soy una novedad, lo fui en algún momento, de hecho, yo soy el pionero en ésta disciplina, también creo ser el único que se conforma en tomar por escenario los pasillos, sin escaparate, ni templete, ni siquiera luces o un telón, mucho menos butacas para el espectador. Así son los días: tocar y tocar como un viejo autómata, que mejor lo sería para el propietario de la tienda, para le gente, para el personal que aquí labora y para mis dedos que ya viejos son.
 Hoy muy de temprano me despierto, tomo las mismas hojas de partituras que ya desde hace más una década no renuevo, antes hacía una selección minuciosa, ahora ya ni escojo piezas, tampoco las leo, las domino, la improviso, sé cómo son las cosas aquí y es mejor vomitar. Más que ser un músico aquí vengo a asfixiar los sueños, así es como mueren las aspiraciones y las conspiraciones del alma, hoy habiendo fracasado como estudioso, como académico, como compositor y como concertista, simplemente me acerco gravemente a mi oficio predilecto, al oficio de eximir, extinguirse y expirar. Aquí con repulsión me miran las adolescentes y pienso en sus cabellos rizados y rubios, sus cálidos muslos y sus risas vanas que me hunden en aquel tiempo de fracasos jóvenes y prematuros.
Hoy la tienda cerrada y yo sin saber a dónde ir, me agobia tener tanto tiempo y no tener un piano bajo mis manos y encima de mis piernas para que me hunda un día más; es que a caso no comprenden que mi sentido de exterminio pierde su sentido sin mi instrumento prestado, sin las miradas que ignoran, sin los ignorantes que me acompañan, no soy el que camina frente a los escaparates, yo soy todos los escaparates, porque a través de mí, ni siquiera se ve un piano de segunda en venta, se ve una amenaza de fracaso, se contempla un lento caminar a un lugar sin gracia, ni voz, ni eco. A través de ésta grande imagen sínica de la falsedad se puede observar la suma de todas las mentiras dichas por sí mismos, se puede notar la imagen de nosotros y de todas las penas que nos agravian.
Hoy me he quedado sin tocar, no sé si sea por hoy, quizás los dueños pensaron en un descanso de la música del infortunio o quizás sea el aviso de un nuevo presente, sin esa patética idea que nadie se atreve a mermar, ni yo, todos los días al terminar lo pienso y todas las mañanas lo postergo, así van tantos días, así los he vivido todos, postergando un día más con las venas cuidadosamente pegadas al cuerpo suministrándome la vida y los sesos adecuadamente acomodados en su forma habitual de generar mentiras y dádivas.
En los templos habitan los órganos de la sacralidad, los que por cobardía no miro. Tantos días sin mirarme a mí mismo, sin mirar mis palmas, ni mis pies, ni mis piernas, sin un espejo, más que los de los ojos ajenos, con sus prejuicios propios y diversos. Sin mirarme detenidamente frente al reflejo miro una imagen sin gracia, una imagen tímida de contemplarse a sí mismo, una mirada con un hambre baja y una vida solitaria, temerosa. Mis dedos largos se han cansado de esperar la rutina de tocar una vez más, mecánicamente, sin variaciones, sin diferencias entre los días.
«¿Qué tocará el día de hoy el caballero? Un piano no» – hace en son de burla el afanador - « quizás toque música de una 9mm» Respondí y me marché sin volver jamás.

J. Roberto Morales

lunes, 25 de diciembre de 2017

Espera, sin esperar.

Esperar sin esperar, detenido en esa obsesión.. mi camino.
El caminar y mi andanza como un "sin tropiezo",
como el camino de las sorpresas y de la quimera,
de las fantasías y de los recuerdos, de mi nostalgia, la eterna.
Como el cerrar y abrir de los ojos de mi autómata predilecto,
frió y frecuente. Esperar sin métrica como dentro de mis letras,
buscar y practicar sin miramientos. 

Escúchame ahora viviendo, chisporroteando y haciéndome viejo.
Escúchame cómo salpico bajo mis plantas el viento y agua
y cómo mis chispas son como risas, de tan de prisa y constantes,
mírame bohemio frente al vino, la vela y tus genitales;
escúchame friccionar ante tus interiores y ser febril.

Impero en que te aferres hoy más que nunca a mi pecho,
su fuerza no se detiene y se amplia cariñosa,
aférrate al amor tuyo, al que no se detiene y que me busca,
ámeme fecunda con la vida en la mano dispuesta apostar,
búscame insólita ante ti y ante las turbas,
escurre y descubre por dentro de tus aguas la sabia que no seca
fruta de mis labios, amor para mi pecho, aroma para mis pupilas.

Espera sin esperar, escucha pasitos pequeños
que tu viente anhela caminatas de sensaciones
valiente enfréntalo todo de tu interior
camina incesante los pasos de mi obsesión.

J. Roberto Morales

domingo, 8 de octubre de 2017

Faro apagado

Te ahogaste en el tiempo,
una muerte prematura... un embargo,
un arrebato y una soledad aclamada en el portal,
sin prisas, el viento nos recubriere frío y polvoso.
Sin amor, y desnuda lavare las heridas, tus yagas,
sin saber de las caricias tuyas, las mías, las de siempre,
todas gobiernan en el olvido, inmensas y tan inalcanzables.
Mirarte en lástimas, con remordimiento y miradas de culpa...
con la palabra asfixiada, a la mar superando las cúspides,
la bruma y la brisa sin ser las caricias dulces que antes eran.

El faro de tus ojos apagado cual refugiado en distancia infinita,
sin llamarada, ni habitantes, ni luna.
caminante errante de los mares bravíos, de los iracundos,
de portales selváticos y primitivos, insólitos, inauditos en tu nueva brecha opaca,
¡tú solitario vigilante sordo y ciego de las altas planicies!
de los páramos muertos y de barrancas desoladas.
¡Tú, el silencio intermitente, pautado y sin fin!

J. Roberto Morales




lunes, 13 de marzo de 2017

Capitán

Capitán, sin conocerte hoy me has roto el alma, lo supe de su boca triste, miré cómo lamentaba tu muerte; decía que fuiste envenenado. Muy a pesar de tu amargura y soledad, tuviste siempre espíritu de rebelde sin precedentes, jamás te conocí - lo confieso - aunque ello no fue motivo suficiente para que yo ignorara aquel trato injusto de los días, de las noches, de la hambruna, del viento inclemente y de tu podrida comida.
Te recuerdo en mis memorias, en sueños y en mis oraciones atormentadas, te miraba en mi interior revolcado en tierra lodosa de mierdas y orín, ladrando como un estúpido a los niños, a los transeúntes. Me parecía ridículo pensar que fuiste el imbécil de las ningún batallas, nunca fuiste célebre, ni lindo, mi tierno, ordinariamente fuiste un cachorro delgado, corriente y con parásitos, cuando mayor, un vigoroso cachorro enérgico y frustrado. Halabas la cadena de tu cuello, hasta que un día aprendiste a romperla, ignorabas que la libertad no era buena para ti, que no sabías vivirla, que eras torpe, que eras ingenuo, que todo te hacía daño: los puntapiés, los gritos, incluso los  más vulgares y corrientes engaños de las piedras invisibles y de los ademanes ofensivos. 
Es triste saber que nadie te amó. Que hoy puede decir el mundo, especialmente ella - mejor ahora que estás muerto, ya no sufrirás más hambre o frío - lo dijeron sus suaves labios de cereza con el mismo timbre de su abandono – ya no te quiero más amor mío -. Preocupabas tan poco al mundo.
Algo célebre guardas en secreto. Prefiero pensar que en tu difícil paso por la vida algún papel jugaste, quizás estuviste ahí en el lugar cuando sus infidelidades, escuchabas sus gemidos y cubrías con tu pata tus orejas apenado. Mirabas con desconfianza y gruñías a todos los sujetos que en su casa concurrían. Pero hay que decirlo ¡siempre fuiste muy cobarde! Jamás tuviste por amos a sujetos como yo o mi padre, que siendo un viejo hecho de madera de roble, de gritos y de cólera; volvía fiera al más patético y maltrecho can. 
Lástima que no nos conocimos cuando entre ella y yo aún existía el amor, porque hubieras aprendido amar y ser un dogo enérgico, habrías aprendido cosas: "una cadena no vuelve a tocar jamás tu cuello a pesar de las tundas y las reprimendas, las vacunas y los baldes de agua". Lecciones de sobrevivencia y autojusticia: robar de las carnicerías lo más suculentos jamones, las delicias ahumadas y las reservas especiales de la recamara de congelamiento a morder niños gamberros y vagos, a tomar por el cuello a ladronzuelos con una enérgica mordida. No supiste de los riesgos, nadie te enseño potencial o instinto. Me dolía saber que enfrentabas viento con viento y piel desnuda, no sé si sea heroico o mártir.

De su boca escuché la triste noticia, que uno de tantos días de abandono colmaste al vecindario y más de alguna persona, harta de tu insolencia y de tu estupidez, te servía la sentencia de muerte en un trozo de deliciosa comida, y como tu necesidad era mucha y tu conocimiento del mundo muy limitado, te hubieres muerto de cualquier forma de una manera más patética que por un engañoso bocadillo envenenado. Estás en mi literatura y en mi mundo. Descansa en la calma de la nada.



J. Roberto Morales

martes, 24 de enero de 2017

POLVO

No hay motivo para no morir, tampoco lo hay para el vivir. Todas las tardes mientras se muere de especial angustia y desespero, de apatía y silencio, las vísceras se aprietan y el corazón se ahoga, nos asfixia la vida y la muerte acecha, no existe motivo para huir o afrontarles, sin detenimiento ni prisa.

Cada vez, las malas tardes son más frecuentes. Las amistades son menos y la reconciliación no es la mía. Existimos así, miserables sin rendición ni redención, vivimos para el moho, para inhalar esmog, para cobijarnos con las estrellas y su aniquilante respiración de viento. Temer de la noche y sus bestias, de mis pensamientos que no se resignan y de mi recuerdo que me consume. 

No existe otro mundo para mi. La esperanza de compartir, liderar, empatar ideas en sociedad ha muerto hoy. El lobo estepario me seduce. La sociedad ha muerto y mi cordura con ella.


J. Roberto Morales



domingo, 1 de enero de 2017

Hágalo sin amar.

Hágalo así, sin amarme… 
porque en el alma dura nada pasa,
solo las caricias vibran y los besos embriagan,
me lleva así por largos viajes de retornos latentes,
de paradas conocidas y de espacios sin distancia.
Ámeme muy en la superficie, pero sin tocar mis fibras,
no me robe el aliento más de media tarde,
no me colme de palabras lindas de madrugada.

A un ser herido no se la ama después de olvidado,
tan latente se derrama de la vista el pus
no encuentra más que consuelos muy momentáneos,
su espíritu dañino no siembra sino yerba mala,
ámelo sin amar muy profundo, que solo él sienta, Usted no.

Ámeme en éste momento, no me ame después,
el tiempo de locura promete mucho y mi amor tan poco,
vívame fugaz y etérea que no le espere mañana,
que no haya amanecer en brazos, sino despedidas
                                                                y miradas lejanas.


J. Roberto Morales

martes, 27 de diciembre de 2016

Caerá el hombre.

In memoriam: Ramón Mendez Estrada.
Caer, no lo sé, es camino incierto, 
es camino sinuoso, estrecho y oscuro,
camino de oscuridad donde perder es opción,
y ganar es un camino más que complicado.

En el andar de caída no se ama,
es una ruta de embriaguez y sexo,
de besos fáciles, de caricias y corazones rotos,
sin amor, solo caer y caer.

Éste camino no es ninguna prueba,
es una siesta callejera, en el desamparo,
en el descobijo del amor mio,
de las ventiscas de su recuerdo,
de sus añoranzas ahora muertas.

Caigo sin mayor consecuencia,
cerrando los brazos y estrellando el cráneo,
chocando el rostro sobre pavimento,
cara sobre priedra que se impacta
y llora, y tiene sexo, y besa, y se embriaga.




martes, 15 de noviembre de 2016

Egoísmo


Caminante de suaves dedos y prolongadas caricias, eres hoy,
no hablas fuerte, lo haces en la oreja, tan callada y humeda,
prolongada en el fondo, tocando la fuente del oído,
ahí donde nazco... y donde comienza mi muerte.
Suplico no se escape tu voz, que nada arruine el silencio,
nada diga cómo amar o beberte, egoísta;
ni el eco, ni la espuma de malta, ni la brisa lleve consigo nada.

 Un secreto, una voz muy silenciosa,
vivimos susurrando, murmurando caricias,
caminando cuidadosos sobre el aire y el viento,
tan etéreos, tan temerosos... los amantes del silencio,
los amantes taciturnos, los amantes noctámbulos,
los que se aman sin decirlo, ni cómo, ni cuándo.

 Sin una voz, sin una mirada fijarás camino,
serás amante de habitación, de callejón y de azotea,
besarás suave embriagante y cariñosa,

serás amante de días sin luna, sin sus ojos testigos.

 Delicada suavidad de piel desnuda, de flor su tela,
su aroma misma y su humedad tan fértil,
cuidadosa amas, siempre callada mirando distante
o muy profunda en el alma.
Dice poco, lo hace sin respirar, humedecida,
escondida entre los callejones de mis brazos, mi viente,
ama con desespero, con cuidado mirando a la ventana,
amenaza la rendija debajo de su puerta, sus luces amenazan,
las sombras de los caminantes, de los curiosos,
de los morbosos, los faunos y las bestezuelas de la calle,
de nuestros murmullos, de un secreto que se oye,
de un secreto poco guardado, de sus jadeos,

y de su voz que apenas quiebra el silencio.

J. Roberto Morales

jueves, 12 de mayo de 2016

Las tardes frías.

En el silencio solo las sirenas resuenan, esperas un eco o un rumor sincero de proceder incierto, sin más tardes patéticas, te resignas a encontrarte nuevamente mirando tu vista cegada y tu reflejo limitado en la superficie del viento, sin caricia, ni luz, ni nada.
Bebes del café frío del alba, ves cómo tu vida se vuelve gris mientras buscas los rayos de luz que no llegarán ya, que ya no se filtran entre los muros gruesos del hogar. En ese fondo tan oscuro y perpetuo, que alberga tu exilio, los sujetos temen caminar, temen mirar el lugar donde tarde a tarde te sientas vagabundo huyendo del crujir del polvo, del sabor de la saliva y de las voces de las caricias. 
¡Cobarde! - gritaste con prontitud en un arrebato de soledad. Pero de tu voz solo emanaste un rugido vacío que respondieron las bestias de la tarde con un canto. Todo parece una burla, una tarde tan vacía, sin cantos de pájaros, sin caminatas ni charlas de amigos.
Miras el reloj y las 19:11 te alertan de todo aquello a lo que temes, de lo mortuorio y fatídico.
Sin más café, sin una voz, sin un canto o una luz, ésto es una despedida. Es una tarde fría y ya muerta.

J. Roberto Morales.

domingo, 24 de abril de 2016

Fango Azul


Comí de sus labios
una fresca uva ennegrecida.
El desvanecimiento abre el silencio,
las palabras silban muy agudo en la pupila,
se abre el cielo como derramando fango,
en la oscuridad tres sombras clavan su mirada
retumbante en cada paso por la tierra seca,
se abraza la tierra con elixir que la humedece.

La más joven de las sombras es dueña de aroma tierna
tiene colores de infancia y arranca las lágrimas de la nostalgia;
hipnotiza y cobija la piel con raspones de codos y palmas,
llora por las heridas de rodilla, rojas de tan frescas,
ríe y llora, guarda silencio y recuerda con lágrimas secas
las caídas y las estupideces;
Cuerpo a cuerpo le dedico un susurro cobarde del cual no se entera,
y  apenas dicho, se le mete en la boca,
suave, tanto que no se recuerda.

La que por un lado perdura,
acompaña jubiloso un sonido dinámico del viento
que de brisa en brisa explota en chispas diminutas,
tan discretas en el ennegrecido cielo las guarda.
Hablaba con la saliva de los amantes,
de los amigos y los hermanos,
me llamaba ¡loco! con febril complicidad.
Le confesé con los poros de la piel mi soledad,
lanzaba un vapor vigorizante al ritmo del canto de la cigarra.
Un abrazo medio melodioso con un gesto de risa:
le ame por un primer tiempo de mundo,
por una eternidad de hombre.

Aquella última esperaba con rencores un roce de mirada,
temblaba con el cordón del horizonte grisáceo en sus tobillos
y derramaba un sudor recalcitrante de alcantarilla,
meaba lágrimas de pie y sin inmutarse en tristeza
me notaba cansado de tanta cólera,
sus ojos reventaban en odio púrpura,
se burlaba con el aroma de su perfume viejo
y entre más se aproximaba el tiempo a nosotros
su silueta temblaba muy agria y detenida.

Sin saber qué esperaba de su maltrecha naturaleza,
extendí con vergüenza cínica de rodillas una mano,
desde muy debajo vi mi mentón asomarse por su yelmo
y un ojo muy azul de Flandes, huérfano sin par como el mío;
se vigorizaba agudo en observar, detenido, pausado
tan lento que caminaba el rastro de la ostra:
nos lastimaba un tiempo tan lento que era como muerte
de envenenada agua, electrizante polvo de duna.

Era mi sombra el enemigo de los amigos y del infante,
era la conexión de la vergüenza en oscuridad
el funeral del cielo donde llueven los fangos,
canto de viento pendenciero, sexo de Magdalena,
rabia del Aguirre, crin de Bucéfalo,
era el polen de la gaviota  y la risa de la hiena.
Era ese terrorífico enemigo, el más duro de todos
Tragando cucharadas en el suelo,
llorando lagrimas humillantes.

J. Roberto Morales

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Aire de otoño

El héroe ridículo de las ningún batallas,
hironico y embriagado, el indigente de los pueblos,
camina casi tan sobrio en el suspiro,
que se huelen sus necesidades de caricia,
de rasguños y de risa.

Moriría… sin lugares en el tiempo,
sin encajar una vez más en los segundos,
sin este lugar, tan mínimo y estrecho.
Frenético e hirviente, que crece insospechadamente.

Muriendo y muriendo camina mi tiempo,
los lugares se pierden y mi vista acaba,
mi ceguera no perdona tiempo,
y con la miseria de mi rabia la separa.

Tu inocente reposo y vuelo estrepitoso
levanta las oleadas de las brisas de tu risa,
camina taciturno y noctambulado,
aquel cómico  vals de suerte y prisa.

La nota suicida de tus palabras y de tu amor,
que de la miel de tu risa emana, dice en ella;
de manera muy callada. -¡ama mi vida está acabada!
pero mi tiempo tan canino, de soledad y vagabundo,
lamenta solitario, el infortunio de la desesperanza,
arrastrando esa soledad que tu amor condiciona,
¡abraza las hojas otoñales de este hombre!, tan secas,
tan muertas que ni la palma ampara.

Un solo beso crujiente y jugoso de tu lengua,
de tus besos de cerámica blanquizca,
de gracia y sarcasmo tus abrazos…

calmaras vida mía… esta franca desdicha.

sábado, 26 de enero de 2013

La vida sin muerte

Mortal la voz que te evoca
los pasos por el suelo de ébano
y el perfume estrambótico que acecha
que amenaza amorosamente mi espalda.
La mirada y su gracia que inicia a violentar,
la suavidad del cutis que enloquece el iris
y una diminuta voz que explota
aclamando en el viento sin ruido
un sonido muy sutil de auxilio de amores.

Frente al jardín irracional de lianas en vórtice
De faunos dementes y sibilas mudas,
miramos tan humanos el horizonte,
que morimos de pena frente a él,
nuestro amor mata súlfurante las desgracias
y anuncia su llegada, erguido y  titánico al final del páramo,
unas risas extasiadas en gracia se funden en el eco,
de cantos y profecías, la llegada del amor.

Se abrieron los brazos y los labios nocturnos y azules,
no se fundieron, pero en el azar se eclipsarían,
los solitarios amores, las soledades trágicas del páramo, del valle,
de la puerta de soledad de muerte, del polvo, del átomo.
Una chispa hace explosión y las flores retoñan
en colores fragantes e hipnóticos,
una luz blanca que viaja aleteando en el vientre y
alegrándose con risas caminando avisando el amor tuyo
y la vida sin muerte del hombre.

J. Roberto Morales

domingo, 11 de noviembre de 2012

En la voz, vos.

Me gusta saberme en tus labios,
únicamente saberte pronunciándome delicado
y que en palabras tus besos acaricien,
que tus palabras laven mi pecho
y que en tus cantos se arrulle mi espíritu;
volver todas las noches en tus oraciones,
en tus ruegos, en tu respiración lunar,
ganar cielo y gloria
en tu mirada de noche negruzca
que susurra de nuevo un nombre, el mío;
el mío que se abraza a ese lugar,
de donde emanan las palabras,
desde el pecho tu boca me pronuncia,
refugiado y cobarde en las mejillas,
cuidadoso y afligido,
húmedo por ser dicho,
bañado de cálidos roces de vocecita,
la voz que abraza…  de tu voz que ama.
J. Roberto Morales

domingo, 3 de junio de 2012

Laberinto


Dónde es que están los sueños
de los seres y de la existencia,
es que acaso se resume todo
en breves momentos de logros y dichas…
quien eres ¿es solo costumbre?, no,
¿por dónde une el camino
de tus lamentos y de tus desdichas?,
Si la carne te pesa…
y tu fealdad es impedimento,
como largo lamento de tus sueños,
se manifiestan y aquello que una fiesta era,
tus semejantes lloran diariamente con lastimoso tormento,
sin saber que la vida vivida
no es más que el camino impuesto…

J. Roberto Morales

jueves, 10 de mayo de 2012

… Sueño


Cerré los ojos y en mi espectro de oscuridades, 
de repentina voluntaria ceguera,
la transición de siluetas blancas en mi mente
se desplazan como espesa forma…
Hojas otoñales, vinos tintos y abrigos;
paseos en balsa y caminos de arena sobre césped,
sueños de joviales pasiones,
amores tan jóvenes, fuertes como cometa,
ingenuos como las flores; nosotros recostados
sin prisas, ni dolores, solo tu cara frente a la mía,
tus manos en mi mentón y las mías en tu cintura,
—amor mío desespero sin ti. Dice
—Ingenuo amor, mientras tu desesperas yo muero. - digo
… y más diálogos de juventud amorosa,
pestañeos que sea agitan con las hojas muertas,
y que bailan voces con el viento del otoño.

Volví a cerrar los ojos y tú tienes mi alma,
que descobijas y quitas capas una a una,
boquita dulce besa mi alma,
algo le dices susurrando y mis ojos
no se abren, no quieren abrirse.